Siembra de agua en escuelas y comunidades de El Salvador y La Habana




EL SALVADOR 

En la escuela de El Guarumal, un remoto caserío localizado en el este salvadoreño, los niños ya no recorren varios kilómetros por sinuosos senderos para abastecerse de agua de pozo, ahora la “cosechan” de la lluvia que cae en el techo de sus aulas.

“El agua no solo es para los niños y nosotros los maestros, sino para toda la comunidad”, explicó a IPS la directora de la escuela, Angélica María Posada, sentada con algunos de sus pequeños estudiantes al pie del tanque que les abastece de agua purificada.

La aldea se ubica en la jurisdicción (municipio) de Sensembra, en el oriental departamento de Morazán, y es parte del llamado Corredor Seco Centroamericano, un cinturón que cubre 35 por ciento de América Central y donde viven cerca de 11 millones de personas, dedicadas mayormente a la agricultura de subsistencia.

En ese Corredor, de 1600 kilómetros de largo, el agua siempre es escasa y la producción de alimentos, un reto, con más de cinco millones de personas en riesgo de inseguridad alimentaria.

Por ello, en El Guarumal, una docena de familias campesinas han cavado estanques o reservorios, y con el agua lluvia captada irrigan sus huertos caseros y crían tilapias, como una forma de combatir las sequías y producir alimentos.

Pero no solo en El Salvador se ha ejecutado este esfuerzo, llamado Sistema de Captación de Agua Lluvia (Scall).

Iniciativas similares se han empujado en otros cinco países centroamericanos, como parte del programa Mesoamérica sin Hambre, ejecutado desde 2015 por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación  y la Agricultura (FAO) y financiado por la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Amexcid).

Escuela saludable en El Salvador

La directora de la escuela de El Guarumal, donde estudian 47 niñas, 32 niños y algunos dolescentes, dijo que desde que se cuenta con el sistema de captación y purificación de agua, las enfermedades gastrointestinales se han reducido significativamente.

“Los niños ya no se quejan de que les duele el estómago, como antes”, comentó Posada, de 47 años, divorciada y madre de tres hijos: dos niñas y un varón, ya adulto.

Y agregó: “El agua es 100 por ciento segura”.

Antes de ser purificada, el agua lluvia que cae en el techo de lámina es captada por canaletas y redirigida hacia un tanque subterráneo con capacidad para 105 000 litros.


LA HABANA


El agricultor cubano José Antonio Casimiro halló en la ancestral técnica de la siembra de agua una oportunidad para satisfacer en su finca las necesidades del recurso y mitigar los efectos cada vez más visibles del cambio climático.

Desde hace 28 años, Casimiro y su familia aplican un manejo sostenible en las 10 hectáreas pertenecientes a Finca del Medio, ubicada aproximadamente en el centro de la alargada isla de Cuba, con poco más de 1200 kilómetros entre sus extremos occidental y oriental.

En 1993, cuando Casimiro y su esposa, Mileidy Rodríguez, decidieron asentarse definitivamente con sus hijos en la hacienda familiar de los abuelos paternos, el lugar se encontraba en estado de deterioro, en un terreno agreste, con suelos muy erosionados ni cercas perimetrales.

Con el auxilio de herramientas surgidas de la inventiva popular, y no menos voluntad, el núcleo familiar actualmente logra autoabastecerse de arroz, frijoles, distintos tipos de tubérculos, hortalizas, leche, huevos, miel, carne, pescado y más de 30 variedades de frutas que allí se obtienen.

Las nuevas generaciones de la familia Casimiro-Rodríguez también se han integrado a la producción de alimentos y han logrado convertir a la finca en un referente relacionado con la agroecología, la permacultura, así como por las acciones de educación y socialización de buenas prácticas agrícolas y medioambientales.

Antes del estallido de la pandemia de covid-19, la granja familiar era visitada por turistas como parte de recorridos guiados en los cuales podían interactuar con los cultivos y los animales, bañarse en el embalse, degustar comidas orgánicas y aprender sobre las dinámicas en una explotación y residencia campestre.

Una de las técnicas aplicadas ha sido la llamada siembra de agua, empleada desde hace cientos de años en comunidades del sur de España y los Andes sudamericanos, con el fin de reducir el escurrimiento de las lluvias hacia ríos y mares, y preservar una parte para actividades humanas, agrícolas y ganaderas.

“Hemos personalizado la técnica a nuestra forma y posibilidades. Colocamos la mayor cantidad de barreras posibles al agua para retenerla y que corra lo menos posible en la superficie, que penetre en los lugares que estimamos más convenientes”, explicó Casimiro a IPS vía WhatsApp desde la Finca del Medio, en el poblado de Siguaney, en el municipio de Taguasco, en la provincia de Sancti Spíritus, a unos 350 kilómetros al este de La Habana.

La estrategia incluye la construcción de zanjas y diques de poca altura que retardan la velocidad con la cual el agua se escurre en el terreno, estimula su infiltración (siembra) en el subsuelo y se canaliza hacia depósitos para después recuperarla.

De acuerdo con Casimiro, en semanas recientes “cayeron unos 200 milímetros de lluvia y todavía el agua no ha salido de la finca. Tenemos un pequeño embalse con una capacidad de 54 000 metros cúbicos de agua y barreras de contención que acumulan otros miles de metros cúbicos y se infiltran lentamente”.

Aseguró que el caudal subterráneo no solo beneficia a su hacienda.

“Un campesino en una finca aledaña no ha tenido que volver a acarrear agua de zonas distantes desde que comenzamos a aplicar esta técnica. Su pozo es fértil todo el año”, detalló.

En la Finca del Medio una parte de la lluvia es colectada para uso doméstico, lavado y limpieza, fundamentalmente. Con el uso de sistemas de bombeo alimentados por paneles solares, sistemas eólicos y arietes hidráulicos el líquido se transporta desde el reservorio hasta las zonas más altas.

“Tenemos más de 100 000 litros de agua en tanques, estanques y otros lugares para llevarla luego por gravedad”, complementó el agricultor.

Casimiro opina que sería muy factible estimular iniciativas para un mayor acopio de las precipitaciones, así como incentivar su ahorro y reutilización.




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